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  POEMAS DE PORTOVICENSES
 

Convicción

 

A cada golpe que te dé la suerte
responde con un gesto de desprecio.
Sé como el yunque si te hieren: fuerte:
Sé como el mazo si tu hieres: recio.

No supliques jamás, nunca tu boca
conozca de la plática que humilla.
Sé para el odio de los torpes, roca.
Sé para el mar de la injusticia, quilla.

Con sereno ademán, con entereza,
al peso del dolor nunca postrado,
de tu credo de amor y belleza.

Ante Dios y tus padres, solamente,
fervoroso y humilde, arrodillado,
en sublime actitud baja la frente.

Luis Espinosa Martinez
portovejense

 

Holocausto

 

Tu rostro se adueño de mi mirada
como el imán se adueña del acero;
de tu gracia en la espléndida alborada
mi vida se apagó como un lucero.

Tu belleza, tu magia, tu perfume,
me enfermaron de lánguida inquietud;
cual cirio que ante una ara se consume
ante tu vida ardió mi juventud.

En el jardín de tu impecable encanto
tembló la rara orquídea de mi llanto,
se desangró en el clavel de mi pasión.

Si algún día te alejas de mis playas,
¡oh amor, a donde quiera que tú vayas
irá el fantasma de mi corazón!

Verdi Cevallos
portovejense

 

Mi destino

 

Si es pecado mi amor, pecado sea;
si es delito tenerte en mi memoria,
pagaré yo mi culpa cuando vea
que ha llegado el final de nuestra historia.

Si es pecado llevarte a todas partes
fundido con mi sangre en cada grito...
no importa la condena, si al amarte
me olvido del perdón y el delito.

Yo habré de obedecer este destino
que me obliga a adorarte con pasión...
Si este amor es pecado o desatino,
no importa condenarme por amor...

Verdi Cevallos
portovejense

 

En el Mar

 

Apaga el sol sus luminosas fraguas
y sobre el mar -- cuya belleza asombra --
yo te siento venir como la sombra
del divino Jesús sobre las aguas.

A mi doliente soledad te sumas;
en mis saudades silenciosa rondas;
mientras mutila el seno de las ondas
la nave airosa entre un albor de espumas.

Más, de repente sueño contemplarte
muerta, mientras levanta su estandarte
la noche acribillada de luceros.

Y en el confín del mar triste me pierdo.
Y se quedan mis ojos prisioneros
del inmenso dolor de tu recuerdo.

Vicente Amador Flor C.
portovejense

 
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